domingo, 12 de febrero de 2012

DIFERENTES TESTIMONIOS DE FAMILIARES DE NIÑOS CON X-FRÁGIL.


ESCRITORA DE MISTERIOS OFRECE LA PERSPECTIVA DE UNA ABUELA:

Conocida como la "Reina del Suspenso" Mary Higgins Clark es la autora de 16 novelas best sellers y tres colecciones de historias cortas y sirvió como Presidenta de Escritores de Misterio de Estados Unidos.
Es además abuela de un niño de 9 años con el síndrome de X Frágil y ha prometido 1 millón de dólares a la Fundación de Investigaciones FRAXA. Clark ha tomado su tiempo para compartir con la revista de la AAP (Academia Americana de Pediatría) la perspectiva de una abuela sobre el X Frágil.
"Yo soy Mary Higgins Clark y soy abuela de un pequeño chico con X Frágil. Déjenme contarles acerca de él.
Cuando David nació, alcanzó un 10 en el test de desarrollo que se toma en la sala de partos. Todas las indicaciones eran que era normal, saludable y un hermoso bebé.
Pero cuando tenía 3 meses, el pediatra se alarmó cuando David no se enfocaba en su dedo moviéndose y fue enviado a tomarse más exámenes. En el hospital, pasó todos los test estándar, pero el staff decidió que se tomara un test de sangre específico.
En aquellos días, tardó 6 semanas para que llegaran los resultados, y el veredicto fue que David era un niño X Frágil.
X Frágil era algo de lo que ninguno de nosotros había nunca escuchado. Hoy el mismo resultado se obtendría de un día para otro y el problema es al final entendido.
David es un maravilloso pequeño niño. Tendrá 10 años en agosto. Puede que nunca lea, pero tiene grandes poderes de retención. Cántale una canción un par de veces y él te la cantará a ti.
El no conoce la diferencia entre colores, ningún color. Pero si ve un coche en un aparcamiento, y es exactamente el coche, y quiero decir exacto - marca, modelo, color- dirá "este es el coche del tío Warren" y tendrá razón.
Yo usé su habilidad para resolver el crimen en uno de mis libros. El niño discapacitado de 5 años dijo: "aquel es el coche de papá".
No sé ustedes, pero siempre he mantenido que Dios nos dio las palabras "querido" y "cariño" para salvarnos cuando no podemos recordar el nombre de alguien. David no tiene ese problema. Si él te conoce, él te recuerda. Recientemente su papá y su hermana mayor trataban de recordar el nombre de un profesor de golf que habían conocido fugazmente el año anterior. A ambos se les hizo una laguna y entonces, desde el asiento de atrás David, acotó "Rick Smith".
Ya ves lo que digo. Sentimos que hay tanta inteligencia atrapada allí. David repetirá palabras u oraciones una y otra vez. Puedes compararlo con un disco viejo de 78 r.p.m. ¿Recuerdas como sonaba cuando la púa se trababa en el surco?
David trata de jugar con los otros chicos pero no puede seguirlos. Agita sus manos cuando esta excitado. Monta una bicicleta con rueditas de entrenamiento, y apilar cubos es un problema, sin embargo, sentimos que su cerebro lo está intentando tan terriblemente. Solo rezamos que la ayuda venga antes que se rinda y se apague.
Una rápida palabra para otros abuelos, tíos y tías. Piensen en los hermanos del niño X Frágil. Aprécienlos por su bondad y entendimiento de las necesidades de sus hermanos y hermanas. Pero hagan algo más.
No solo llévense cada tanto a todos los niños para darles un respiro a los padres. En forma regular, lleven se al X Frágil de modo que los otros niños puedan tener la atención completa de sus padres, sea en casa o en una salida especial que no sería apropiada para un niño discapacitado. Recuerden, nuestros niños X Frágil son muy especiales pero también lo son sus hermanos."
Traducción de la revista que edita la fundación FRAXA de los Estados Unidos realizada por:
Ing. Jorge O. Szmulewicz
Septiembre de 1999.


UN CUENTO PARA PENSAR

Estaba sentado frente al remolino que provoca la cuchara al girar sin control en la taza de café pensando en nada y en todo muy cerca de la ventana de aquel viejo bar.
La somnolencia que provoca esta situación mágica de no hacer nada por un rato, no me hizo detener en la tan cercana presencia de un vendedor ambulante de billetes de lotería. Llamó mi atención las cuidadosas maniobras de este personaje entre las mesas, ofreciendo su producto con inusual cordialidad y buenos modales, tan ausentes por estos días. Cuando llegó el turno de su paso por la mesa que yo estaba ocupando, giró sobre su eje imaginario y quedó frente a mí por primera vez desde su ingreso. Allí me di cuenta que era ciego, y que aquellos curiosos pasos que daba no eran otra cosa que manifestar un envidiable respeto a sus semejantes para no alterar aquel momento de descanso. Sentí una fuerte necesidad de no desaprovechar la oportunidad de poder hablar con aquel vendedor con, para mi juicio, tan limitadas condiciones, y le ofrecí compartir un café en mi mesa. No con poca insistencia, accedió a mi invitación. Comencé la conversación prácticamente con monosílabos, midiendo cada una de mis palabras para no herir a aquella persona diferente que, rápidamente interpretó mi dificultad para mantener un diálogo franco y sin prejuicios con él. Tomó la iniciativa y me contó en un breve relato, muy conciso y preciso, sin abundar en detalles innecesarios, los motivos que provocaron su ceguera, que por cierto, no había sido de nacimiento. Estaba frente a mí un individuo que había tenido la oportunidad de ver y ya no podía hacerlo. Casi con una insistencia enfermiza centré la conversación en su imposibilidad actual de desarrollar una "vida normal", como todos nosotros hacemos. Fue allí que me invitó, aprovechando la cercanía de la ventana a que le describiera lo que yo estaba viendo en ese momento ya que, vaya a saber uno por qué tipo de percepción, se dio cuenta que no estaba fijando mi vista en él, sino que evitaba mirarlo. Intenté ser muy cuidadoso con mi descripción, comentando cada detalle de esa imagen urbana frente al bar que se modificaba a cada instante con el paso de nuevos vehículos, personas, actitudes. Me esforcé por describir la vestimenta de la gente, los objetos que llevaban en la mano, sus accesorios, sus colores, sus formas para participar a este vendedor de billetes de la magia de la visión, aunque más no fuera por un momento. Creí cumplida la tarea cuando me interrumpió para preguntarme por los sentimientos que había visto en cada una de aquellas anónimas personas que le describiera, me dejó en silencio por un eterno par de minutos, no tenía respuesta para esa pregunta. Insinué salir de la situación afirmando que los veía muy angustiados, o por lo menos eso creía. Ante la duda manifiesta, me pidió con sus acostumbrados buenos modales si le permitía hacer un comentario acerca de mi estado de ánimo y los sentimientos que en ese momento él veía, si bien digo veía por sus consecuencias. A continuación hizo una ilustración exacta de la angustia que me embargaba por seguramente alguna muy fuerte noticia, no buena por cierto, que había recibido poco tiempo atrás de este casual encuentro. Y tenía el "ciego" la certeza de que en aquel momento lágrimas surcaban mi rostro, a pesar de no dar ninguna señal de ello. Me di por fin cuenta de la infinitamente superior capacidad de visión de aquel "inválido " para la sociedad envase en la que vivimos, donde solo es posible calificar a las personas por su físico sus posesiones, su vestimenta y no por su interior, sus sueños, sus sentimientos, su ser. Y tuve que darle muy a pesar de mi terco orgullo la razón a aquel vendedor de billetes de lotería, el día que recibí la noticia que mi hijo fue diagnosticado con Síndrome X Frágil.
Fernando Cenere
Octubre de 1999.


A MIS HIJOS

Galopa en mi corazón
el recuerdo de aquel día
O de aquellos
O de muchos
O de todos.

Cuando el cóndor desplegó sus alas,
majestuoso,
entre mis brazos temblorosos,
por primera vez.

Y pasó el tiempo.
Y aprendió a volar.
Y con una lágrima, corriendo fría
por mis mejillas,
lo dejé ir.
Porque el cóndor me pidió el espacio,
el cielo, el firmamento.
Y allí estaba.
Vuela, dije, aunque mis brazos
volvieron a temblar.

Y llegó la paloma
con sus cálidas alas,
con su inocencia blanca.
y en mis manos bebió,
y la arrullé, y le canté
canciones que no imaginé.
Aquel jergón de plumas
diminutas, tibias,
me dio en sus alientos
los alientos que trémulo tomé
para mí, para siempre.
Hoy la paloma quiere volar,
y he de dejar que vuele,
aunque el dolor me asole,
aunque no quiera.

Y llego, del invierno
rara mariposa de mi alma.
Con sus frágiles alas,
con sus ojos posados en mí,
como dándome en su sabiduría
toda la fe, toda la gloria,
todo el amor mismo.

Ay de ti mariposa mía,
has de ser en mis manos
el néctar que libes de las flores,
el perfume de la magia,
la calidez del viento que no sopla
por no verte temblar.

Y has de ser, como Dios quiera,
hermano del cóndor,
que el espacio vuela.
Hermano de la paloma,
que dulce te arrulla.
Aire que a mis venas
dé la vida.

José María Fayanás
(13 de Agosto de 2001)


VIVA LA DIFERENCIA

Aquí va el relato resumido de los padres de un jovencito casi veinteañero, que tiene el síndrome del X frágil.
Nuestra experiencia tiene, por lo menos, tres etapas. La primera caracterizada por una tremenda incertidumbre y una gran angustia, generada por los primeros indicios de que algo no andaba bien con nuestro hijo: a los cuatro meses de edad no fijaba la mirada y parecía desconectado de la realidad.
Esta verificación, detectada en un examen de rutina, puso en funcionamiento un proceso de búsqueda que se extendió durante meses y años, hasta que la tecnología moderna permitió concluir con el diagnóstico definitivo.
A lo largo de ese lapso se hicieron múltiples análisis, electroencefalogramas, una tomografía computada, estudios genéticos (cabe aclarar que previo a la identificación de esta patología) y un sinnúmero de consultas. Hasta probamos con las Flores de Bach, tomando en cuenta las recomendaciones de algunos profesionales, a los efectos de agotar las pruebas destinadas a corregir esas conductas incomprensibles, con rasgos autistas bastante marcados.
El desconocimiento de las causas de tales problemas provoca muchas sensaciones: frustración, culpas, angustia y dificultades en la propia convivencia familiar.
Uno de los aspectos que gravitó singularmente sobre la familia, además de nuestros traumas como padres, fue la hiperkinesia del chico: movilidad incesante, imposibilidad de concentrarse en una actividad, enormes dificultades de todos los demás para tratar de poner límites a ese despliegue vertiginoso.
En esta primera etapa, que podría delimitarse entre el nacimiento y los seis años, otro de los problemas mortificantes fue la prueba con diferentes medicamentos que, lejos de aplacar la hiperkinesia, la acentuaban. Allí conocimos el denominado "efecto paradojal" de algunos fármacos, como el valium, por ejemplo. Hasta el rohipnol - que podría dormir a cualquiera - lo excitaba.
Las únicas contrapartidas que tuvimos en ese lapso, fueron la excelente contención humana y médica del pediatra (que pese a reconocer, con sorprendente modestia, su dificultad para establecer un diagnóstico definitivo recomendó de inmediato la estimulación temprana) y la terapeuta que lo trató con maravilloso profesionalismo y afecto.
La segunda etapa, entre los 6 y los 14 años, aproximadamente, tuvo los siguientes componentes:
a) El inicio de un tratamiento con ritalina, según el buen criterio del pediatra y la apoyatura de un médico psiquiatra radicado en EEUU, que nos proveyó la medicación y supervisó su acción terapéutica. A partir de ese momento comienza a producirse un cambio significativo, caracterizado por la desaceleración de la hiperkinesia y el consiguiente crecimiento de la capacidad de concentración.
Comenzamos con 20 mg diarios de ritalina, que luego se ampliaron a 30, 40 y hasta 50 en determinadas circunstancias. Más adelante se potenció el efecto de ese fármaco con un comprimido de clonidine, logrando resultados muy positivos, tanto en la prolongación del estado de tranquilidad como en el incremento de la concentración.
Esto fue clave para avanzar en el proceso de inserción escolar, que también tuvo sus dificultades, a las que me referiré seguidamente.
Al comienzo de su escolarización, los profesionales que seguían el caso (la psicomotricista y el neuropediatra) recomendaron inscribirlo en una escuela normal. Lo hicimos, pero fue muy frustrante: los docentes no estaban preparados para contener a un chico con retraso madurativo y tremenda intranquilidad. Luego encontramos un establecimiento especializado en niños con diversas patologías (por ejemplo, chicos con síndrome de Down), pero con un criterio orientado hacia la disciplina escolar tradicional, lo cual era un marco imposible para nuestro hijo, habida cuenta de sus todavía marcadas dificultades para concentrarse y responder a las consignas del cuerpo docente.
Finalmente, encontramos el marco apropiado en una escuela especial perteneciente a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, donde cada alumno tiene a lo largo de la jornada diversos talleres, está encuadrado en un grupo de menos de 10 compañeros y cuentan con cerca de 6 docentes en diferentes disciplinas. Es decir, garantizan una verdadera atención personalizada.
Sin perjuicio de estas condiciones favorables, el cuerpo de maestras y profesores especializados también tuvo que hacer su aprendizaje con nuestro hijo, pues un chico con X Frágil es una fuente sorprendente de respuestas impensadas a las terapias habituales. Había que hacer un plan de trabajo a su medida, tratando de encontrar mejor sus potencialidades, sus centros de interés, adecuando el manejo de los afectos y el inevitable respeto a su singularidad.
En esta tarea, que llevó su tiempo, contribuyeron de un modo decisivo la psicopedagoga y la psicóloga que lo atienden con una frecuencia semanal y quincenal, respectivamente.
Ambas profesionales tomaron contacto con el elenco docentes para aunar criterios y contribuir a la mejor definición de las estrategias.
Y luego de todo este lapso, en el cual incluimos algunas sesiones de terapia familiar, con un enfoque sistémico a cargo de otra excelente profesional, iniciamos la que podríamos denominar tercera etapa; esto es, desde los 14 ó 15 años hasta el presente.
En este nuevo período pudimos comprobar y comenzar a disfrutar los efectos acumulados de:
- La estimulación temprana de los primeros años.
- La contención familiar, llena de afecto y trato igualitario de sus cuatro hermanos, además de la atención especial de los padres.
- El tratamiento psicológico y psicopedagógico.
- La medicación (que continúa con una variante de la ritalina, llamada adderal, junto con el clonidine).
- La escolarización.
- Los efectos correctores del paso del tiempo y la consiguiente maduración.
Hoy, nuestro hijo es un compañero formidable, siempre con buena onda, dispuesto a colaborar con las tareas de la casa (especialmente cuando se trata de cocinar, servir la mesa o ir a hacer compras), amante de la música (tiene predilección por el folclore y hasta toca el bombo legüero, acompañando a sus intérpretes favoritas - Mercedes Sosa, en primer lugar -), se autoabastece en materia de higiene personal, se viste solo, se plancha su ropa, prepara sus sándwiches, descorcha las botellas de vino para sus padres y sirve las copas como un verdadero sommelier, entre otras habilidades.
Es limpio, obsesivamente prolijo, no pierde nada y a pesar de sus limitaciones de lenguaje y la imposibilidad (pese a los esfuerzos psicopedagógicos) de incorporar la lectoescritura, interpreta con absoluta precisión un amplio conjunto de signos, ubica sin dificultad sus programas de TV predilectos, el día exacto y en horario que corresponde.
Tiene una capacidad de percepción increíble: él puede estar mirando la tele en una habitación de la casa, con la puerta cerrada, y sale a escuchar cada vez que (no sabemos cómo) su radar interior detecta que estamos hablando de él, o de algún tema familiar, o de algo que le interesa.
La memoria es prodigiosa en cuanto a recordar lugares, nombres, circunstancias, aunque hayan pasado muchos años.
Percibe en forma instantánea situaciones de tensión, o de conflicto. Es suficiente que entre a un sitio para registrar (no sabemos de qué modo) "las ondas que fluyen en un grupo humano".
Además, tiene habilidad para arreglar cosas, tales como cueritos de canillas que pierden u otras reparaciones domésticas. Esto debe ser el resultado de su atenta observación a las tareas que realiza su padre u otras personas.
En los dos últimos años hacer algunas compras en un comercio que está a la vuelta de la casa. Si bien no sabe el valor del dinero, tiene claro que cuando va con determinados billetes a comprar determinadas cosas (en general, pocos productos), debe esperar hasta el reintegro del vuelto.
También hicimos la experiencia de vacacionar en un centro de tiempo compartido, donde se desenvuelve con extraordinaria independencia, integrándose al equipo de recreación, colaborando con la instalación de los aparatos de sonido, haciendo las conexiones eléctricas y otras tareas.
Podríamos abundar en detalles, pero el relato de los aspectos relevantes en el transcurso de las tres etapas comentadas permite apreciar su evolución favorable e identificar los que, a nuestro juicio, han sido factores claves en la conformación de su personalidad.
La estrategia, en todo momento, fue la de darle todo lo necesario para que se desarrollo al máximo de su potencialidad. Felizmente, vamos comprobando que esos esfuerzos no fueron en vano y estamos seguros que, además de todo lo que ha venido demostrando, aún tiene un rico camino de crecimiento futuro.
Al confrontar estas experiencias de vida con otros padres cuyos hijos tienen el mismo síndrome, comprobamos que estos chicos suelen ser una fuente inagotable de sorpresas, lo cual nos permite justificar el título de este relato: viva la diferencia!
Buenos Aires, 14 de junio de 2002.





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